viernes, 18 de septiembre de 2015

LA NOCHE, Benjamín Adolfo Araujo Mondragón

LA NOCHE
Sobre la yema de los dedos
se sostiene la noche
aérea y enorme.
Carlos Pellicer



Pasada la tarea, cotidiana y doméstica,
llega a posarse en los hombros, la noche
simple y negra, ruda pero relajada;
no admite réplicas: es plena y nunca vana.

Tiene grises los ojos, las manos flacas,
la sonrisa tranquila, muy cansada la pose
y hay fuerza en su mirada, sutil y clara.

La noche espera todo, pero anida en nada;
clama por los finales, pide recuentos.
Asoma a hacer cual flores, esperanzas,
promete amaneceres, carga placeres;
oculta impaciencias y nunca desespera.

Espacio palpitante, de una sed insaciable,
goza con el declive de los días y sus seres,
nunca se adelanta, puntual, fina, sencilla:
abre sus puertas para que todo quepa;
oculta crímenes, acosa a incansables;
no le teme a las predicciones y adelanta
finales indecisos o plenitudes invisibles.

Es la noche un trozo de silencios embozados,
un espacio para el ladrar de perros escondidos,
una casa en ruinas y un collar de horas, para
contar en sueños y abrazar en pesadillas.


Pasada la tarea, cotidiana y doméstica,
llega a posarse en los hombros, la noche
simple y negra, ruda pero relajada;
no admite réplicas: es plena y nunca vana.

Tiene grises los ojos, las manos flacas,
la sonrisa tranquila, muy cansada la pose
y hay fuerza en su mirada, sutil y clara.

La noche espera todo, pero anida en nada;
clama por los finales, pide recuentos.
Asoma a hacer cual flores, esperanzas,
promete amaneceres, carga placeres;
oculta impaciencias y nunca desespera.

Espacio palpitante, de una sed insaciable,
goza con el declive de los días y sus seres,
nunca se adelanta, puntual, fina, sencilla:
abre sus puertas para que todo quepa;
oculta crímenes, acosa a incansables;
no le teme a las predicciones y adelanta
finales indecisos o plenitudes invisibles.

Es la noche un trozo de silencios embozados,
un espacio para el ladrar de perros escondidos,
una casa en ruinas y un collar de horas, para

contar en sueños y abrazar en pesadillas.

lunes, 14 de septiembre de 2015

MARCA FÚNEBRE, Benjamín Araujo M.

MARCA FÚNEBRE
 
Muerto de tu yazgo en la sombra tumba,
recuerdo el ataúd de tus desdenes,
la corona de flores de tus cartas.

Lóbrego como soy desde que eres,
lánguido salgo siempre si te miro.

Vives y eso me mata.
Sonríes y eso me entierra
hondo en las cavidades
oscuras, turgentes,
de tu mirada que no me ve,
me cruza, me atraviesa,
me transparenta;
fantasma soy por ti.