jueves, 16 de agosto de 2012

AMARGURA



AMARGURA, (A Miguel Hernández)


AMARGURA
Fuera menos penado, si no fuera
nardo tu tez para mi vista, nardo,
cardo tu piel para mi tacto, cardo,
tuera tu voz para mi oído, tuera.
Miguel Hernández
Tu temprana extinción, clama,
Miguel, contra la desmemoria
y pide justicia, paz y más poesía…

Tu temprana extinción,
huele a cardo y sabe a tuera
porque no hay canción
viéndote yerto y fuera.

Pero dentro de ti, sólo veo
vida, mucha vida por poros
y ventanas, miro y oteo
para recoger a paladas de tus letras
sólo densidad, dolor y oro,
¡¡¡mucho oro!!!

Oro diseminado en voces vivas,
Miguel, siempre vivas;
Vivas por siempre…

Vemos en tus huellas ejemplo,
paz y guerra; paz y fraternidad
para los hermanos; y guerra,
mucha guerra contra la injusticia…  

“Vine con un dolor de cuchillada,
Me esperaba un cuchillo a mi venida,
me dieron a mamar leche de tuera,
zumo de espada loca y homicida,
y al sol el ojo abrí por vez primera
y lo que vi primero era una herida
y una desgracia era.”
Miguel Hernández



Tus “acertijos” iniciales.
Como les llamó Gerardo Diego
a tus poemas, te hicieron una
“perita en dulce” de la poesía
de tu época…

Tus endecasílabos gongorianos
iban, desde temprano,
a hacerte ver como eras:
un real, auténtico poeta …

Como bien lo pudo comprobar
Josefina, tu musa, tu única musa,
con quien engendraste dos Migueles…

Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos,
que son dos hormigueros solitarios,
y son mis manos sin las tuyas varios
intratables espinos a manojos..
Miguel Hernández
Ibas a ser, Miguel, con plena justicia
hijo dilecto de tu patria chica,
Orihuela…

Ibas a honrar, con virtud y sin sevicia
hijo dilecto de las letras
y de la prosa que te vuela…

Honrarías siempre a España,
aunque de las manos de la derecha
sólo encontrarías guadaña
finalmente…

Benjamín A. Araujo Mondragón
México.

domingo, 12 de agosto de 2012

ANÓNIMO UNO




Por el camino umbroso aprendió a ser 
huella,

sin paso, sin peso, ni rostro.


Por los caminos llanos se confundió

con el olor de la yerba

hasta llamarse pasto.


Nunca supo qué es siempre,

ni probó del fracaso dulzón

de la palabra "mientras".


Así murió. en una fecha sin nombre,

sin día, sin número;

y ahora es recuerdo.


Benjamín A. Araujo M.
(derechos reservados)
Publicado en el libro
Frontera interior