viernes, 13 de julio de 2012

POLIZONTE


POLIZONTE
Ver de pronto llegar,
como sin hálito o aliento
a una persona obesa,
bastante ligera de pies,
cruzar la puerta.

Ver de pronto, llegar,
casi sin fuerzas,
a ese polizonte
pasar todas las fronteras;
verlo, y no hacer nada,
sólo verlo, verlo solo
y atisbar cómo reúne
todas las miradas
en torno suyo.

Ver de pronto llegar,
verlo con su mirada de pillo
sonriendo, muy nervioso;
pero sin saber acaso
que esa sería la causa
de nuestra desventura.


Ver de pronto,
en la memoria
cómo llegaba aquél,
el polizonte de nuestras desdichas;
verlo subir al barco
y no hacer nada por detenerlo….

jueves, 12 de julio de 2012

NAVEGANTES

NAVEGANTES/ A Benjamín Araújo M

Aquí vamos compadre... paso a paso
no es tan lento el andar, cuando el camino divisamos
más qué pronto dejamos, lo que nos animó el paso,
y viendo tanto bagazo sí que me duelen las corvas
más con el remo yo empujo, del agua que nos estorba.

La corriente del momento, no es tan altanera...
pero aunque a mí me corriera, hoy me apetece es un guaro...
vamos y lo tomamos, que hoy no es un día cualquiera
por aquí ya van 200 sones... y un pentagrama aún en blanco...

Ya los peñazcos se hundieron... pero aún flota la barca...
aquí vamos... despacio pero con paso de gigantes...
nos empujamos de a poco... nos ayudamos de a ratos...
pero siempre sonreímos, cuando nos damos la mano.

Aquí vamos compadre... ya estoy viendo la cuesta...
diviso tu Capulhuac con su cabellera suelta
donde perfuman las flores siempre... cualquier madrugada
y se sirven chiles frescos, con muy buena ensalada.

Dame de tu tequila, que me huele a caña...
la de mis selvas ardientes con sabor a montaña
y brindemos por los dos... los demás que por hoy se jodan...
nosotros seguiremos navegando... hoy que están quietas las olas.

¡¡Salud compadre!!

RAQUEL BOHÓRQUEZ RUEDA.

REMEMORAR


REMEMORAR

Es la hora precisa de recordar a quienes ya se fueron;
es hora de la ingrata nostalgia, no grata, pero necesaria
es la hora, sí, la hora, de reconocerá quienes ya se adelantaron
debido a que tocó para ellos la hora de morir.

Busquemos en sus ojos de cadáver, sus recuerdos;
busquemos en su memoria yerta las oportunidades
que no se consiguieron, busquemos, busquemos,
busquemos siempre, paso a paso, busquemos
pues sucede que su huella ha quedado viva,
perenne, en nuestros corazones…

Tendremos que ir a donde nos prometieron
que llegaríamos todos, desde nuestras infancias
y adolescencias cristianas; tendríamos que llegar
para saberlo todo y conocer de las promesas
cumplidas y de los mandatos divinos…

Conocer a ¡la divinidad! Y saber si es correcto
el verbo “conocer” o hay que inventar uno nuevo
que nos muestre lo que deberemos decir
al enfrentar a Eso…

CON AGUSTÍN BEJARANO: Benjamin Araujo Mondragon. Nacióen Toluca, México...

CON AGUSTÍN BEJARANO:
Benjamin Araujo Mondragon. Nacióen Toluca, México...
: Benjamin Araujo Mondragon . Nació en Toluca, México el 31 de marzo de 1949. Estudió en la Universidad Autónoma del Estado de México. Cul...

miércoles, 11 de julio de 2012

TRES POEMAS DE Efraín Huerta

BUENOS DÍAS A DIANA CAZADORA

Muy buenos días, laurel, muy buenos días, metal, bruma y silencio.
Desde el alba te veo, grandiosa espiga, persiguiendo a la niebla,
y eres, en mi memoria, esencia de horizonte, frágil sueño.
Olaguíbel te dio la perfección del vuelo y el inefable encanto de estar quieta,
serena, rodilla al aire y senos hacia siempre, como pétalos
que se hubiesen caldo, mansamente, de la espléndida rosa de toda adolescencia.

Muy buenos días, oh selva, laguna de lujuria, helénica y ansiosa.
Buenos días en tu bronce de violetas broncíneas, y buenos días, amiga,
para tu vientre o playa donde nacen deseos de espinosa violencia.
¡Buenos días, cazadora,.flechadora del alba, diosa de los crepúsculos!
Dejo a tus pies un poco de anhelo juvenil y en tus hombros, apenas,
abandono las alas rotas de este poema.
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ÉSTE ES UN AMOR


Éste es un amor que tuvo su origen
y en un principio no era sino un poco de miedo
y una ternura que no quería nacer y hacerse fruto.
Un amor bien nacido de ese mar de sus ojos,
un amor que tiene a su voz como ángel y bandera,
un amor que huele a aire y a nardos y a cuerpo húmedo,
un amor que no tiene remedio, ni salvación,
ni vida, ni muerte, ni siquiera una pequeña agonía.

Éste es un amor rodeado de jardines y de luces
y de la nieve de una montaña de febrero
y del ansia que uno respira bajo el crepúsculo de San Ángel
y de todo lo que no se sabe, porque nunca se sabe
por qué llega el amor y luego las manos
- esas terribles manos delgadas como el pensamiento -
se entrelazan y un suave sudor de - otra vez - miedo,
brilla como las perlas abandonadas
y sigue brillando aun cuando el beso, los besos,
los miles y millones de besos se parecen al fuego
y se parecen a la derrota y al triunfo
y a todo lo que parece poesía - y es poesía.

Ésta es la historia de un amor con oscuros y tiernos orígenes:
vino como unas alas de paloma y la paloma no tenía ojos
y nosotros nos veíamos a lo largo de los ríos
y a lo ancho de los países
y las distancias eran como inmensos océanos
y tan breves como una sonrisa sin luz
y sin embargo ella me tendía la mano y yo tocaba su piel llena de gracia
y me sumergía en sus ojos en llamas
y me moría a su lado y respiraba como un árbol despedazado
y entonces me olvidaba de mi nombre
y del maldito nombre de las cosas y de las flores
y quería gritar y gritarle al lado que la amaba
y que yo ya no tenía corazón para amarla
sino tan sólo una inquietud del tamaño del cielo
y tan pequeña como la tierra que cabe en la palma de la mano.

Y yo veía que todo estaba en sus ojos - otra vez ese mar -,
ese mal, esa peligrosa bondad,
ese crimen, ese profundo espíritu que todo lo sabe
y que ya ha adivinado que estoy con el amor hasta los hombros,
hasta el alma y hasta los mustios labios.
Ya lo saben sus ojos y ya lo sabe el espléndido metal de sus muslos,
ya lo saben las fotografías y las calles
y ya lo saben las palabras - y las palabras y las calles y las fotografías
ya saben que lo saben y que ella y yo lo sabemos
y que hemos de morirnos toda la vida para no rompernos el alma
y no llorar de amor.
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DECLARACIÓN DE AMOR


Ciudad que llevas dentro
mi corazón, mi pena,
la desgracia verdosa
de los hombres del alba,
mil voces descompuestas
por el frío y el hambre.

Ciudad que lloras, mía,
maternal, dolorosa,
bella como camelia
y triste como lágrima,
mírame con tus ojos
de tezontle y granito,
caminar por tus calles
como sombra o neblina.

Soy el llanto invisible
de millares de hombres.

Soy la ronca miseria,
la gris melancolía,
el fastidio hecho carne.
Yo soy mi corazón desamparado y negro.

Ciudad, invernadero,
gruta despedazada.

Bajo tu sombra, el viento del invierno
es una lluvia triste, y los hombres, amor,
son cuerpos gemidores, olas
quebrándose a los pies de las mujeres
en un largo momento de abandono
-como nardos pudriéndose.

Es la hora del sueño, de los labios resecos,
de los cabellos lacios y el vivir sin remedio.

Pero si el viento norte una mañana,
una mañana larga, una selva,
me entregara el corazón desecho
del alba verdadera, ¿imaginas, ciudad,
el dolor de las manos y el grito brusco, inmenso,
de una tierra sin vida?
Porque yo creo que el corazón del alba
en un millón de flores,
el correr de la sangre
o tu cuerpo, ciudad, sin huesos ni miseria.

Los hombres que te odian no comprenden
cómo eres pura, amplia,
rojiza, cariñosa, ciudad mía;
cómo te entregas, lenta,
a los niños que ríen,
a los hombres que aman claras hembras
de sonrisa despierta y fresco pensamiento,
a los pájaros que viven limpiamente
en tus jardines como axilas,
a los perros nocturnos
cuyos ladridos son mares de fiebre,
a los gatos, tigrillos por el día,
serpientes en la noche,
blandos peces al alba;
cómo te das, mujer de mil abrazos,
a nosotros, tus tímidos amantes:
cuando te desnudamos, se diría
que una cascada nace del silencio
donde habitan la piel de los crepúsculos,
las tibias lágrimas de los relojes,
las monedas perdidas,
los días menos pensados
y las naranjas vírgenes.

Cuando llegas, rezumando delicia,
calles recién lavadas
y edificios-cristales,
pensamos en la recia tristeza del subsuelo,
en lo que tienen de agonía los lagos
y los ríos,
en los campos enfermos de amapolas,
en las montañas erizadas de espinas,
en esas playas largas
donde apenas la espuma
es un pobre animal inofensivo,
o en las costas de piedra
tan cínicas y bravas como leonas;
pensamos en el fondo del mar
y en sus bosques de helechos,
en la superficie del mar
con barcos casi locos,
en lo alto del mar
con pájaros idiotas.

Yo pienso en mi mujer:
en su sonrisa cuando duerme
y una luz misteriosa la protege,
en sus ojos curiosos cuando el día
es un mármol redondo.
Pienso en ella, ciudad,
y en el futuro nuestro:
en el hijo, en la espiga,
o menos, en el grano de trigo
que será también tuyo,
porque es de tu sangre,
de tus rumores,
de tu ancho corazón de piedra y aire,
de nuestros fríos o tibios,
o quemantes y helados pensamientos,
humildades y orgullo, mi ciudad,

Mi gran ciudad de México:
el fondo de tu sexo es un criadero
de claras fortalezas,
tu invierno es un engaño
de alfileres y leche,
tus chimeneas enormes
dedos llorando niebla,
tus jardines axilas la única verdad,
tus estaciones campos
de toros acerados,
tus calles cauces duros
para pies varoniles,
tus templos viejos frutos
alimento de ancianas,
tus horas como gritos
de monstruos invisibles,
¡tus rincones con llanto
son las marcas de odio y de saliva
carcomiendo tu pecho de dulzura!
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ALTAMAR


ALTAMAR
Siempre estaré mirándote a los ojos
pero ya no te veo desde que te alejaste
será que soy un marino enamorado
pues sí, es verdad, el amor me ha tocado.

Navego bien, navego en travesía,
siempre con el alma puesta en tu recuerdo;
sólo me veo, y solo estoy, atento
pues el mar es capaz de tragarte
y hacerte olvidar, ola tras ola.

Ahogarse en su propia salsa
es morir porque se quiso;
es aprender que el destino
no desolla, pero mata.

Aventurarse a vivir, pese a todos los pesares,
es ya no ver azares, ni siquiera conjeturas
es desprender aventuras de los males padecidos
es ver a los males, idos; y a la fortuna juntarse.

Acaso sea mala vibra, cantar pese a lo que pasa;
pero no, queda la casta para soportar de todo
males viejos, nuevos males y desprendimientos
ajenos que nunca los maldecimos ni tampoco
los quisimos; pero que llegaron solos y nuestras
vidas anidan como buscando guardarse de otras
calamidades.

Vuelvo a mirarte a los ojos,
solo y en mi pensamiento,
pero se muy bien acaso
que si te quiero no miento,
aunque tus ojos existan
nomás aquí en mi cerebro.