AMANECERES II
Tanto miro hacia atrás, cuando respiro
en el papel palabras, que el presente
es ayer, y es hoy, al renombrarlo.
Miro atrás lo que fuimos, en los que
ya se fueron; que entiendo que no
somos, ahora, sino huellas de
aquellos que fundaron el ser,
seres simiente, de nuestros
procederes, profecías del presente,
desgracias del mañana, apagones
de luz, oscuridad futura, desde
las luminosidades de nuestros
ayeres.
Escondrijo de luces, la herencia;
claves de luz y sombra,
los ancestros visitan nuestro ser
desde la sangre; provocan
vivencias, malestares, odios
pendientes y reciprocidades.
Amaneces siempre nuevos,
amaneceres, siempre nuevos,
los viejos nos visitan, cadena
de invasiones, perversiones
y alucinaciones, desde una
memoria fatal, que nos ha
sido vedada por los dioses.
AMANECERES III
Costumbre del olvido, caducidad ingente,
memoria de otros tiempos, nuestros
que fueron, en los amaneceres de otra gente.
La fiebre de los tiempos, en espacios diversos,
en la espesura de los tiempos mana memoria
olvidada de guerras y vigilias: silencios.
Acallar nuestras voces, contra natura,
buscar entre los genes canciones ya ofrendadas;
fechas y nombres de lugares y personas cancelados.
El instante es la mueca de Dios regalada a
los hombres; puede llamarse verso, poema,
sonata o pincelazo…magnético silencio.
La lluvia es homenaje a la luz, otro hipase
de la humanidad ahíta de soledad
y miedo por lo que es perenne promesa.
En la memoria sosegada de las vigilias
colectivas, la transparencia cobra fervor,
se hace fe y sueña lo impreciso.
Destino de los náufragos, la aurora.
Negación de los límites humanos, la duda.
Fervor por otros pasos, la inocencia es muralla.
Serenidad para la hipnosis colectiva,
sólo el arte, génesis teísta, deidad
conversa en humanidad, caricia…
Transparencia letal, la vigilia eterna,
sobredosis de abigarrado optimismo,
parentela de las transfiguraciones.
La dicha es primordial, sin la mentira,
sólo caben los besos del paisaje
en este ojo, siempre fiel a la delicia.
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