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A CÉSAR VALLEJO
ENFERMEDAD VITAL
Como horribles batracios a la atmósfera,
suben visajes lúgubres al labio.
Por el Sahara azul de la Sustancia
camina un verso gris, un dromedario.
CÉSAR VALLEJO
Tú naciste, César, cuando Dios enfermaba.
Un descuido muy grande promovió tu nacencia.
Estabas atrapado en la imposibilidad de ser,
cuando, de pronto, de improviso,
te diste a la tarea de entender la existencia
y tu misión fue infinita presencia,
basta paciencia de poetas, anclados,
atorados por siempre en el ser permanente.
¡La tumba es todavía
un sexo de mujer que atrae al hombre!
CESAR VALLEJO
Tu sexo te entregó culpas ajenas,
y placer inmenso; tu sexo, César, fue
nido de bromas entre tus amigos
y mucha ventura entre tus amadas.
La culpa te siguió, como ave sin nido,
de árbol en árbol, y en el árbol hiciste
madero para tu amada en turno,
dulce madero; pese a la amarga existencia,
dulce madero, que hizo crecer la paciencia…
Todos saben que vivo,
que mastico… y no saben
por qué en mi verso chirrían,
oscuro sinsabor de ferétro…
César Vallejo
Qué manera de amar a la muerte en la vida;
qué manera de ser un féretro futuro
con cada poema y con cada mirada;
qué manera de ser amargo acíbar
en la amarga vida; y todo por amor,
por amor a la muerte, a la siempre difunta
promesa de futuro…
PESADILLA AUTOCRÍTICA
Fue una escena espantosa, más que un sueño: una pesadilla.
Me encontré, muy de pronto: ¡rodeado de mí mismo!
Enclaustrado en mi persona, que era un implacable juez,
de toga y birrete; rodeado de infinidad de “yos”,
todos, de toga y birrete…
Jueces todos de mi persona; ¡jueces de mí mismo!
Molestos porque, yo era yo, molestos
por mi persona: ¡¡¡enjuiciadores!!!
Críticos más acervos, no había tenido yo;
mis “yos” jueces, mis “yos” de mi mismo,
entablando mis personas, enclaustrando mi ser
en una jaula de culpas y de faltas,
de fallas y de ausencias,
de crímenes inmensos contra mi persona
y contra mi seres más queridos…
Fui saliendo de esa nebulosa de pesadilla,
en medio de un sudor intenso.
Pero la sensación fue ingrata,
sensación incómoda,
muy incómoda.
¿Por qué ocurrió? No lo sé,
a ciencia cierta. Pero, creo
adivinar que detrás de esos
sinsabores, están mis pobres
alcances. Mis metas no logradas;
mis ansias insatisfechas…
Eso creo. Pero me prometo:
¡portareme mejor!
INCERTIDUMBRE
Adiós a las armas,
adiós a las almas;
confidente adiós a las muchachas y muchachos:
¿por qué? Porque me voy caminando
pa’ mi rancho, compañeras, compañeros…
Les digo adiós, porque nunca dije ¡hola!
Les digo hasta luego, porque acaso no hay un mañana;
todo es incierto, todo,
todo camina a tropezones y surge por la nada
y por la nada vamos navegando como cantinflas:
nada de nada por nada y…más nada…
LA METÁFORA
Tuércele el pescuezo al mal fario;
písale los callos a la mala suerte.
Pícale el ombligo a la distancia.
Escúpele a la cara al destino
y apaga las condiciones y las concesiones
porque eres libre como un mirlo,
vuelas como un colibrí
y corres como un conejo
en pos de su hembra
para encontrar metáforas nuevas.
A JOSÉ SARAMAGO
José Saramago (1922-2010) In Memoriam
Maestro de maestros,
predicador de textos
y verdades;
has emprendido el viaje
confortable,
más largo y
más extenso
de tus andares.
Te haz enfrentado
con El Hacedor,
al que negaste
tres veces siete
ó siete veces tres:
Te recibió
con bombos y platillos.
Una pléyade de lectores
alados
te acompaña.
Señor de las cegueras
más lúcidas;
predicador del Evangelio
según Tú mismo,
acompañador de las vicisitudes
humanas
del siglo XX/XXI.
Eres eterno;
eso dice tu obra.
Acompáñanos siempre
con tu bondad
desparramada ya
en tus libros.
¡¡¡LADRAN SANCHO!!!
Mientras vivo y contemplo,
muy despacio,
las vicisitudes del trueno y su prosodia;
mientras vivo y habito interjecciones,
como comas, y bebo interrogaciones…
Mientras vivo y contemplo,
muy despacio,
las hazañas de ayer de otros hidalgos;
mientras vivo y habito en otras vidas
logro mirar muy bien
otros ejemplos
y éticas qué seguir…
Mientras vivo y contemplo,
muy despacio,
las injusticias llanas de la vida;
y logro evaluar las costillas
de mis contemporáneos;
logro también vivir en otras vidas
y logro hojear y ojear
libros y libros…
Mientras vivo y contemplo,
muy despacio,
los atropellos que sufren pobres niños:
los golpes de adultos y de ancianos
por gente que vivo de esos males…
Mientras vivo y contemplo,
muy despacio,
me apresuro al galope, Sancho Panza;
vamos contra Molinos de Viento
y contra molinos de injusticias:
no importando que ladren, mi buen Sancho;
¡cabalguemos!
ESTACIONES
Desde la luz del alba de los tiempos
mi soledad se oculta en el silencio.
Tanta promesa advierto en el paisaje
que a la carne y la piel hace testigos.
Nada puede ofrendarse desde el caos
sino la filiación del mar,
la traición del desierto,
la selva como abrigo,
la desnudez del viento
y las montañas todas para orar.
No se ora en el litigio del hermano,
ni se apetece el caos con la mirada.
Sólo valen los cantos cuando se ama;
la eternidad de verme en esos ojos,
la suavidad del tacto en esos muslos,
el cuerpo en paz sin guerra en otros cuerpos.
Este volátil disco en que viajamos
desconoce la pobreza de huesos
que cargamos, cargamos y un día
hemos de abandonar en sitio yermo.
Esta nave intranquila que creemos
haber creado y nos crió
padece sin saber lo que somos,
y hacemos, en este caminar
de luna llena en noches incansables
en que las pieles arden
y se ofrendan
mientras dejamos
que el paisaje se caiga de nostalgia
y la lluvia
busque comprenderle en sus cuitas
y amarle y estrecharle.
I
Esa tristeza amarga por lo que no he vivido,
me pone en la nostalgia de otros besos,
en tanto nos besamos.
Tomé por la ventana al horizonte
y puse en el buzón otros recuerdos
para olvidar mi ausencia de mañana.
La noche es otra cosa con tus cartas.
Sale el sol más temprano
y una flor desde el suelo
se levanta y me besa.
II
Un libro se abre al centro y, al margen
de sus líneas, me miras y me inventas;
dos párrafos delante, melancólico,
me asomo a aquél cajón de la nostalgia
y logro desdoblarte y tenerte
mientras sueño.
Despierto y ya no estás.
Tal vez nunca estuviste;
y el libro que miramos,
cada quien en su “allá”
casualmente era el mismo.
III
Como me faltan manos cuando veo que te fuiste,
como me faltan ojos para ya no mirarte,
como me sobra el tiempo que perdí sin buscarte
y que pocos son mis índices para poder negarte.
IV
La pena en otro tiempo empañaba el delirio,
pero la entrega diaria se empeña en el ocaso
por ya no hacer escándalo, ni gritar;
se desviste, convierte todo en calma
un horizonte alado con su ruta y sus besos.
La entrega cotidiana parece un mueble triste
que un paño de sabores quita el polvo,
acurruca, acomoda, apapacha y desnuda.
Todo se ve tan fácil desde el rincón simplón
del amor que me has dado,
que mañana en la calle levanto la banqueta,
pongo a todos al sol
¡y que canten los mustios!
Nada que aquí se mire tendrá que ser en vano;
las tardes son iguales desde que tú naciste,
pero no son las mismas, y hasta cambia el país
si tú amaneces triste.
V
Después de ser tan fácil qué complejo es quererte,
me dijiste, mujer, ya muy de noche, un día;
me hiciste oler la luna y escuchar esas nubes
que son siempre más densas, muy oscuras y frías;
reflejos obtuvimos sólo en veces, a ratos,
en cambio fueron amplios momentos de agonía
los de la oscura ausencia;
supe entonces dispar acaecer cotidiano:
los lagos son momentos;
eternidad, en cambio, la soledad oceánica.
VI
Hay que amar como el mar, con ruido y sobresalto.
No tiene caso hacerlo pensando en el desierto
pues si se ama con olas, naufragios y honda calma
tendrá sentido luego arremeter las playas,
volcarse en arrecifes,
hundirse entre corales,
viajar lleno de peces, agonizar islotes
y vomitar lombrices.
Encallar: otra forma de exasperar al tedio.
El amor que se atreve, hace olas, trasciende,
porque su liquidez es siempre flor y canto.
VII
Corsarios atracaron en el viento,
la soledad en bóvedas de espasmo
retornaba al averno, el fuego derrotado
calmaba sus visiones danzarias
mientras todo anunciaba el final
con trompetas apocalípticas.
El corazón del hombre, sordo,
tranquilo, mudo,
ciego, decepcionado,
quebrantados sus huesos,
volvió al embrujo solo.
Detrás de las montañas,
caverna adentro,
una planta sin flor
ni fruto,
fuera de la tierra
seca,
sin aliento,
yace.
(DEL LIBRO APETENCIAS, 1999).
MORTAJA
Hemos de venir a menos,
cuando la montaña
deje que le alcancemos.
Mañana,
resulta un homenaje,
al apetito y la maña.
Sumemos.
Todo lo que hacemos aquí,
puede contar,
al momento en que
nos lleve el viento.
La mortaja prometida
es volver al viento.
El fuego habita
estancias de la
eternidad.
Pero la tierra es
pasajera:
volveremos al cielo,
que es de agua.
Compañeros peces,
hermanos acuáticos
de la eternidad.
(DEL LIBRO VAIVÉN, 1998)
RUECA
Sales como si nada sucediera
cuando amanece
Te escondes tras los destellos
del sol
y en la bruma interna
de tu persona
Arrastras la cobija
y el cuerpo del delito
tu cuerpo
A tanto haberlo habitado
te dices
se ha vuelto sombra raída
luz destroncada
húmeda soledad
viscosa compañía
adjetivo de tercera mano
Transcurre el día
te escurres entre sus horas
y minutos
y segundos
quieres volcarlo todo
para qué
te preguntas
y no tienes respuesta
y te sorprende la noche
más vago
aún más desprendido de todo
que cuando amanece
En la noche te topas contigo
de frente
cara a cara
y te tocas y no te reconoces
adivinas acaso
quién ese que te habla
siempre en prima persona
Callas
y no te atreves a salir
cierras puertas ventanas
de las habitaciones
que te conforman
Eres casa vacía
llena de ruidos
y te inventas fantasmas
que moren tus estancias
Te confundes
no sabes bien a bien por qué
pero te sienta
ser ruido o fantasma
ya no tú
casa deshabitada
Todo es irremediable
te anuncias
te repites
das vuelta a la rueca
y la única palabra
fatalidad
acomoda a la vuelta y vuelta
irremediable
te reiteras
La nada está contigo
en noche calurosa
piel a piel
en ese sofocante momento
compartiendo sudores
y delirios
Tu hermana
añorada
inevitable
desde un rincón sonríe
Sabes bien que amanece
y esa rueda
trituradora
de sueños
continúa su vuelta
Otra vez:
sales como si nada sucediera
cuando amanece
te escondes tras los destellos
del sol
y en la bruma intensa
de tu persona
*Del libro Surco de palabras, 1984. Centro Toluqueño de Escritores,
colección becarios
HOY, AL CUMPLIR 35 AÑOS DE CASADOS
A Emiret Millán Figueroa, mi esposa y madre de mis tres hijos…
Miro yo el tiempo en tus ojos azules:
veo claridad en nuestros horizontes;
es el futuro claro
que aparece con mucha luz
en tu mirada.
Creo en lo que veo.
Creo en lo que toco.
Te veo y te toco día a día;
todo parece como
un nuevo amanecer
en lontananza:
¡¡¡te amo!!!
A VALLEJO
…mi defunción se va, parte mi cuna,
y, rodeada de gente, sola, suelta…
César Vallejo
A CÉSAR VALLEJO
Voy a vivir,
como quitado el día,
ardiendo en sol, pero extrañando luna.
He de morir,
que no te quepa duda,
para cumplir con la regla más obscena
que nos ha sido confiado desde los genes.
Quiero vivir como ermitaño ahora,
separado del mundo pleno y llano,
las injusticias me ahogan y más la falsedad,
las falsas miradas, los arrumacos infames.
Pero que voy a morir de eso no haya duda,
soy mortal y eso no es inmoral,
lo juro hermano,
pues ser inmortal sería obsceno…y aburrido…
ESTAMOS ASOLEADOS DE RECUERDOS
Para conseguir vibrar: competir con el futuro:
tortuga los malos recuerdos; victoria de la necesidad
sobre el tormento:
atardeceres con lluvia; placidez en las montañas:
solares de la infancia con un nido de águilas
en los atardeceres cotidianos.
Todo tiene el sabor de la nata
con el dulce olor del pan de los amaneceres.
Los verdaderos goces están detrás de la puerta
y solemos cerrar por fuera
como si desmereciera, para nosotros,
el postre de soñar despierto
desde la mañana y hasta el mediodía.
Ya con la tarde, una vez descubierto que somos marineros,
zarpamos sin sentido para aprender del viento en la cara;
creemos eterna la navegación y… anochece:
todavía guarda suaves fragancias la luna
para un loco enamorado del insomnio.
Estamos asoleados de recuerdos
cuando llega la noche.
No podemos dormir pues bailan los fantasmas
y se mezclan, a brincos,
con jarrones, y floreros del presente,
con barcos y sílfides del futuro,
con tristes empachos de lo que nunca,
jamás,
ni por asomo,
habrá de tropezarnos y envolvernos.
Estamos asoleados de recuerdos,
se nos levantan a golpes de olvido
las miradas de ayer:
una niña abismal hace suyo el paisaje,
saltan tras ella sus promesas de mañana,
ella no lo sabe,
muerde una manzana;
ya es mañana,
no existe la inocencia,
la ignorancia se fue con el sol;
la noche es plena en un paisaje nuevo,
la oscuridad nos pertenece a todos;
pero esa noche, por lo menos,
esa noche,
una mujer enseñó al mundo
que el paisaje puede ser eterno.
Vamos a ser eternos cualquier rato,
lástima que el viento haya acabado
desde hace un momento
en que me volví
recuerdo de mí mismo;
línea a línea,
verso a verso,
silencio a silencio,
recuerdo es silencio.
(DEL LIBRO VAIVÉN, 1998
Colección Cuadernos de Malinalco.
IMC, Toluca, México).
MISTERIO
Nunca sucede nada en nuestra casa.
Todo se encuentra en orden, sosegado,
la piel ya es media piel de aburrimiento,
desplomadas las almas ya no vuelan
y resulta inasible la existencia.
Nunca pasa más nada en esta vida,
sólo la vida pasa; nunca a tiempo
vemos vibrar cometas en los ojos;
ni oímos el cristal fino del sentimiento;
jamás hacemos caso del secreteo
del viento, potente, lleno de augurios,
ni gozamos su roce en medias caras
llenas de medios besos aplazados.
Jamás nos pasa nada entre las manos
cerradas al misterio que se escapa
junto a la vida misma que nos pasa
como si nada pasa en esta casa.
Primera estancia
Todo cabe en un cuenco de la mano extendida:
hasta el amor que asoma por un suspiro ajeno.
No caben, pero sirven, los mortales aullidos,
el rechinar de dientes, la crispazón de nervios;
el dolor de ausentarse de los brazos queridos
apenas se parece al desierto paisaje o a los
árboles yertos o a los ríos desecados o a los
sombríos batracios entre dos mundos fríos.
Caben, en cambio sí, los besos más sinceros,
los terrores insomnes por aprehender aquello
cuya naturaleza llama a jamás tener jaula;
cabe el misterio mismo vuelto son, metáfora
que grita las voces de la selva, gemidos
erotizados que braman en los montes.
En aquella primera de las albas humanas,
apalabrados ya, supimos que callamos.
Segunda estancia
Zarpazos con la voz, codazos con los ojos,
la ternura no anida cuando faltan palabras.
El tedio llueve a cántaros mientras enmudecen
los filosos cardúmenes de palabras:
No hay con quién hablar, ni a quién
decirle nada sobre el fuego y la lluvia.
El tedio gana todo mientras dos flores,
en silencio, son germinadas por un colibrí.
Tercera estancia
Museo de ruinas son mi estirpe y mi pecho;
legión de sufrimientos, enjambre de desdicha,
la esperanza. Todo el dolor habita el horizonte.
Una corteza cerebral en llamas, Prometeo:
saber cuesta más, mucho más de lo supuesto.
Conocer es desdicha y amargura. La conciencia
danza con un tridente y pincha hasta dañar
la gracia, la sonrisa, la fuerza y el futuro.
Mirar atrás supone no pronunciar los nombres
de los ancestros tenues, fantasmas vacilantes,
que soñaron andar caminos con espinas
y abrojos para sembrar paraísos de herencia.
La verdad sabe a sangre. Tiene cara sin rostro.
Cuarta estancia
Los sueños son regalo de los dioses
que nos sueñan a veces sin cuidado.
Ya no quiero soñar sueños ajenos
porque a tanto soñar los siento propios;
y no quiero que luego me reclamen
que esos sueños soñados no son míos,
cuando a tanto soñarlos ya me viven.
Vivo en los sueños propios aunque
algunos de ellos primero no eran míos.
Habito de puntitas, silencioso,
otros sueños, sueños de otros,
a hurtadillas.
Un dios sueña a otro dios y todos ellos
fueron soñados juntos, por el Dios primero.
EMERGENCIAS
Ser poeta no es una ambición mía,
es mi manera de estar solo.
FERNANDO PESSOA
UNO
Cierren la puerta, corran los pestillos,
que no se transparenten los recuerdos;
apenas llegó arrastrándose la melancolía
traía cascabeles en las patas inválidas
y roncos atardeceres en el pecho.
Cierren la puerta, corran las cortinas,
que no asome el lucero de la dicha pasada;
alguien olvidó un sobre sin destinatario
por la rendija de mi pecho
y ahora gotean mis manos saludos cancelados.
No olviden cerrar las puertas,
póngale seguro a los suspiros:
no tiene caso recomenzar cenas nunca iniciadas,
ni querer beber de las copas infértiles:
aunque llegue la cama con la luna.
Es mejor no asomarse a los espejos,
rematar las puertas de sol,
vender amaneceres al mejor postor
y recomenzar este camino de cencerro sin reses,
de trovador sin canto,
de plañir sin sollozos
que es la vida.
DOS
Tomo un poco de cristalina, límpida voz,
del viento tardeado de los árboles
para, educado, dar gracias al destino;
cuevas son mirador,
lápidas tribuna sempiterna,
árboles sombra sol
viento pausa certidumbre
duda ensoñación
oscurece:
para antes de dormir:
mirar al Oriente:
maldecirlo todo
antes de entrar a lo impredecible
para siempre.
TRES
Un océano interior se vuelve buche de agua;
el oleaje es sonrojo por la inercia perdida;
un alma que nos sueña se embriaga y nos olvida;
pasa el tren de la noche…
¿acaso descarrila?
Escucha bien,
pelele ser:
trágate, apasionado olvídate;
un poco de humildad
te volverá al regazo
del paraíso inencontrado.
CUATRO
Acostúmbrate a mirar la noche
porque el olvido es eterno;
serena tu alma en la soledad
porque Dios puede estar en ningún lado
y entonces, gota a gota,
la mentira y el orgullo de la humanidad
van a chorrear
a crear un ídolo feroz
como una estalactita
que hará volcanes en el corazón
e interiores cascadas
hasta anegar la esperanza
y petrificar
todo posible recuerdo.
Acostúmbrate a mirar la noche,
a carecer de horizonte
y a confundir vèrtigos
con amores.
Petrifìcalo todo,
desde cada rincòn de la tarde
para asir la noche
desde el hondo placer
del fango inodoro
de la tristeza.
CINCO
Hace frío en lo que dices.
Ya no hay eco en tu pecho.
La nada está asomándose por nuestras azoteas.
Nos ronronea la muerte.
Candados, seguros, botones,
anillos, valen como ceniza
para este humo interior
que es desierto y clamor,
holganza de la compañía,
temblor por la prisa
e infantil sorpresa,
verde letanía
por estar cansado
de tanto nacer,
noche y día,
como si crecer
fuera lejanía.
SEIS
La dicha no habla, es muda.
La edad del sol resulta individual;
indivisible es una afirmación,
multiplicables son las negativas:
cuando quieres aprehender al pez
y describirlo:
en tus manos está la red vacía.
Si cantas por cantar, no tiene caso.
Si te obligas a orar por los amaneceres,
te enseñarás a vibrar al mediodía.
Las tardes apenas inician la lección,
cuando improviso: anochece.
Mejor duerme y calla:
la dicha es muda y canta.
La muerte coro y florece.
OCHO
Son silentes los sueños y las pesadillas;
carecen de olor y sabor los buenos recuerdos
y gritas para que te escuchen:
pero aquí no hay nada,
sino desierto.
El cuento ya empezó.
La historia se termina.
La esperanza está flaca,
enferma, en agonía;
y antes de que te cubras de gloria
exprésate,
no olvides:
el silencio al final
es la mejor lección
de honor,
color
y hasta sabiduría.
(DEL LIBRO VAIVÉN, 1998)
(Cuadernos de Malinalco, No. 35; IMC).
viernes, 9 de marzo de 2012
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